13 De octubre de 2015, octavo aniversario de la muerte de Lourdes.
Mucho tiempo atrás, en la prisión de Alcalá Meco, entre los libros de materias relacionadas con el espíritu que consumía con un apetito voraz, localicé uno —cuyo nombre escapó de mi memoria— en el que leí una frase del siguiente tenor: “quienes viven en el corazón de otros no mueren jamás”. En aquellos días, quizás por sentirme rodeado de la miseria que habita y se aloja en el penal, percibí ese aserto como literatura poética, como un producto literario mas o menos bonito, pero poco más. Quien muere físicamente será recordado, pero de ahí a seguir viviendo existe —pensaba— un trecho insalvable.
Entonces creí que un corazón mutilado por la muerte inexplicable que arranca sin piedad la vida a quien solo dio amor en ella, no podría volver a amar, como si su muerte hubiera liofilizado todos los rincones de mi alma para la eternidad. Y adicionalmente ese extraño sentimiento que latía escondido, agazapado en un escondite interior, en el que conectaba el tumor orgánico con las lesiones emocionales que la brutalidad del Sistema de poder español tan injustamente nos había ocasionado…
Han pasado ocho años. Y se que el alma puede volver a amar. No solo puede sino que necesita amar, porque de otro modo los cánceres del corazón toman posesión del vacío que genera la pérdida. He constatado el inmenso error de instalarse en el recuerdo, el querer volver a un pasado que no existe, porque nada ni nadie nos puede transportar allí. Gestionar adecuadamente el recuerdo no es tarea fácil, pero de todo punto imprescindible para no perecer como persona, para no desperdiciar el don de vivir.
También he comprobado que quien vive en el corazón no muere jamás, de modo que aquella literatura de penal ahora se convertía en experiencia vital. Pero no vive la persona cuya estructura coporal se fundió en el retorno a la tierra. Sino la idea, la categoria, la experiencia, la vivencia auténtica del amor, la noción, la percepción, la interiorización de nota de una melodía eterna que regresa al lugar en el que vive La Música.
A quienes la conocisteis y a quienes por ella algo sentisteis, una oracion o un simple recuerdo
en said:
Cuando yo me vaya, no quiero que llores,
quédate en silencio, sin decir palabras,
y vive recuerdos, reconforta el alma.
Cuando yo me duerma, respeta mi sueño,
por algo me duermo; por algo me he ido.
Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada,
y casi en el aire, con paso muy fino,
búscame en mi casa,
búscame en mis libros,
búscame en mis cartas,
y entre los papeles que he escrito apurado.
No pronuncies nunca la palabra muerte.
A veces es más triste vivir olvidado
que morir mil veces y ser recordado.
Cuando yo me duerma,
no me lleves flores a una tumba amarga,
grita con la fuerza de toda tu entraña
que el mundo está vivo y sigue su marcha.
La llama encendida no se va a apagar
por el simple hecho de que no esté más.
Los hombres que “viven” no se mueren nunca,
se duermen de a ratos, de a ratos pequeños,
y el sueño infinito es sólo una excusa.
Cuando yo me vaya, extiende tu mano,
y estarás conmigo sellada en contacto,
y aunque no me veas,
y aunque no me palpes,
sabrás que por siempre estaré a tu lado.
Estrofas del poema, Cuando yo me vaya, de Carlos Alberto Boaglio
Gestionar el dolor, gestionar la pena, la infinita soledad, la devastadora ausencia, gestionar que esa maldita angustia, mezcla de vacío, amor, necesidad, que vive en tu interior y te oprime el corazón y el alma, va a ser tu compañero de vida hasta que llegues a donde te esperan, asumir, que ese monstruo se puede despertar en cualquier momento y hará temblar tus manos, tu cuerpo, llenará tus ojos de lagos que de desbordan, por el solo hecho de escuchar de improviso aquella canción, oliendo ese perfume, con ese amanecer o con ese atardecer, con la caricia de tu nieto que te hace pensar que nunca la disfrutara, con las risas, con los juegos, con la vida que nunca podrá compartir contigo… Gestionar que por mucho que no quieras tienes que volver a amar, si o si, aunque eso es una cuestión de suerte, porque la santa providencia es muy veleta para algunos y esa necesidad la convierte en una carrera de obstáculos que a ciertas edades no se superan.
Gestionar, siempre gestionar, gestionar su presencia en tantos y tantos momentos que es tan real que casi se puede tocar… Sonreír, sonreír y hablarle y hacerle bromas, porque, que suerte, que bendita suerte que estuviste en mi vida y me elegiste para compartir el camino y para amarme.
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Buenos días,
todo lo que he leído y oído de Lourdes Arroyo siempre me ha provocado admiración, seguramente la misma que ella sentía por su marido y que tanto ayudó a ambos a soportar los momentos más difíciles. Muchas veces llevar una vida “a la sombra” de alguien importante es más duro que estar en la primera plana diaria. Presiento que sin ella hoy no tendríamos al Mario Conde que tenemos, y que tanto nos ayuda a los demás a entender la vida. Aunque sólo sea por eso, yo le doy las gracias.
Un saludo.
en said:
Para quienes creen en Dios, la muerte sólo es un hasta luego.
Y para quienes no creen, les dejo esta cita de un personaje famoso “People like us, who believe in physics, know that the distinction between past, present and future is only a stubbornly persistent illusion”.
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La Vida y la Muerte: las notas y los silencios de la eterna melodía. Eso somos: sonidos que retornan al silencio. (Cosas del Camino, página 159, cuarto aforismo). Claudio comprende esa Música. Descanse en la Paz de Dios.
en said:
La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si podemos recordar a Lourdes Arroyo, siempre estará con nosotros. Esperemos, pues, su próximo ‘post’.
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https://vimeo.com/7926105
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“… la vivencia auténtica del amor, la noción, la percepción, la interiorización de nota de una melodía eterna que regresa al lugar en el que vive La Música”.
https://farm6.staticflickr.com/5836/21959293398_1b6c451721.jpg
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Precioso escrito.
El duelo te hace crecer tanto, que te permite experimentar la ausencia de límites que domina nuestro Ser. Sólo la razón, aun inconsciente, nos limita. Es por eso que ante experiencias vetadas a lo racional, como el duelo o el profundo amor, rebosa como un volcán nuestra capacidad infinita… para sentir, para entrar en esa dimensión sensible en que con estas vivencias penetramos de lleno.
También hay un dolor que se enhebra en el corazón. Y no se controla -ninguna emoción verdadera es controlable-, pero sí se gestiona. Y cuando el recuerdo es amable y nos hace sonreír, la sensación inicial es “morir en vida”, pero le sucede una fase que es “como volver a nacer”. Es darte y tener la justa posibilidad de vivir una “vida nueva”, por qué no, tan apasionada o afortunada como la anterior aunque distinta.
Ser capaz de atesorar ‘vidas’ que con gusto volverías a vivir, es alcanzar un curriculum emocional Cum Laude.
Creo que te doy la enhorabuena por saber cuidar un recuerdo del modo que lo haces, sin prohibirte un futuro del que, mañana, tu corazón sea capaz de hablar como lo hace hoy. Dominar ese “lenguaje” dice mucho de quien lo consigue. Hay quien no entiende esto y cree que tras la pérdida sólo “es justo” el sufrimiento vitalicio, casi la flagelacíon. Pero es una concepción errónea de la Creación, de la Vida, de la propia Persona sobre todo, y del infinito Mundo y sus posibilidades. Es también lo fácil: instalarse en el sufrimiento, en lo que viene dado. Lo difícil y valeroso es aprender a darle su lugar y saber crear espacios interiores, contrapesos que te devuelvan al equilibrio vital que hace posible la plenitud.
en said:
Del mundo lejano el murmullo,
tierra tu lecho, pasto de olvido,
del silencio profundo al arruyo,
quieto gemido, yaces dormido.
Tristeza honda de final duelo
van……y cansancio en umbra a reposar
y en la nada, por largo sosegar….
débil, se rinde a flaqueza anhelo.
Abrazo de sueño y vacío,
de tiempo eterno sima fría,
tuya tan sola, yermo baldío,
imposible, fatal compañía.
Estos versos, los escribí en el año 93, tras las muerte de mi padre. Aquél, fue un acontecimiento que me marcó profundamente y por aquellos entonces, aunque suficientemente mayor, no tenía la concepción de la muerte que tengo hoy, ya mayor.
Desde su muerte, no ha habido día en el que no me haya acordado de mi padre, que por una u otra circunstancia, no le haya tenido presente al menos una vez cada día y esto me ha hecho cambiar radicalmente la concepción que tenía de la muerte. De la guadaña que siega la vida para siempre y no por causa de una postura interesada, sino como fruto de una experiencia de vida, he pasado a saber, que la muerte no existe, mientras alguien te lleve en su corazón. Hoy, quizás por aquello de que la edad nos vuelve más sentimentales, tengo presente a mi padre, en todo momento.
Hoy, no habría escrito estos versos.
Un abrazo a todos.
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Ya cerrado el debate anterior, pues nada más se ha escrito después, he dejado un comentario sobre el lenguaje, que me gustaría que le echases un vistazo, querido Quinta y me dijeses con sinceridad, qué opinas sobre el asunto, porque creo que tiene mucho que ver con otro comentario que tú habías hecho con anterioridad y siendo éste un tema que altísimo interés para mí, me gustaría oírte decir algo al respecto.
Un abrazo.
en said:
Hola Angel: Si te refieres al de la PNL, lo leí anoche y me gustó muchísimo; no sabía nada de la PNL.
Un abrazo, y me ha encantado tu poema de hoy.
en said:
Muchas gracias, hombre. Tu opinión, me importa, estoy muy interesado por todo lo relacionado con el lenguaje y tú hiciste alguna consideración que me resultó interesante, por eso me he permitido ponerte el brete de tener que decir algo al respecto. Un abrazo.
en said:
A muy pocas personas se las conoce después de que se hayan ido, sin embargo, tú nos has presentado a Loudes después de ese hasta luego. Esto dice de tí y dice, mucho, de ella.
Se puede y se debe seguir amando si así surge porque el Amor es infinito y cada Amor es único.
https://www.youtube.com/watch?v=fBi4eThLfak
en said:
“……En la Aurora del AMOR ETERNO, las Almas vuelan fuera de los cuerpos, / y el Ser humano alcanza el mágico estado de la Percepción , / en el que con cada respiración, puede ver y tocar, sin ojos y sin manos…..” (Frase de RUMI 139)