Todos los enamorados de la Ciencia Política conocerán ―o habrían de conocer para ser correspondidos por ésta grata amante― los magníficos trabajos de Robert Michels, “Sociología de los partidos en la democracia moderna” (1911), de Moisei Ostrogorski, “Democracia y organización de los partidos políticos” (1902), y de Max Weber, “Parlamento y gobierno en el nuevo ordenamiento alemán; crítica política de la burocracia y de la vida de los partidos” (1919). En ellos tres se nos mostró, ya a principios del siglo XX, lo que ahora padecemos los ciudadanos españoles cien años más tarde: Unos partidos funcionando como organizaciones muy burocratizadas, con una tendencia general a la oligarquización, y con una falta de democracia interna en su funcionamiento. Padecimiento menor que ha engendrado uno mayor: La pérdida de legitimidad del propio sistema democrático. Sistema —no confundidlo con aquél que glosó el titular de este sitio— que se sustenta, como todos sabéis, en la celebración periódica de elecciones de candidatos de partidos concurrentes a los distintos comicios. ¿Una pescadilla que se muerde la cola, o una cola que se deja morder por su pescadilla?
Sí, claro, dado que el partido político ha secuestrado dicha función esencial de la democracia (la elección de los candidatos), que ha pasado a considerarla como propia u autógena, sustrayéndola a todo control de un cuerpo electoral no autónomo y sí secuestrado por las distintas formaciones monopolísticas de los fundamentales procesos del mecanismo democrático (el mantenimiento y la retroalimentación de las élites partidistas, la proposición de candidaturas en los diversos y sucesivos comicios, y las propias campañas electorales). Es decir, ¿es tan distinta la naturaleza oligárquica del proceso de definición de las ofertas electorales, con respecto a la de la época en la que se publicaron las tres obras maestras citadas en el exordio?
Llegados a esta cuestión, y sin tener que retrotraernos una centuria, sino sólo dos décadas, podemos disfrutar del brillante artículo, de lectura imprescindible, del jurista/constitucionalista hispalense, Javier Pérez Royo (recientemente mentado en los medios por su sorpresivo abandono de una candidatura a las Generales representando a Podemos): “La raíz del problema” (El País, 17 de marzo de 1994). Por cierto, no incluido ―o, sin maledicencia alguna: ¿eliminado ad hoc?― en la hemeroteca electrónica del diario. En él, tendréis ocasión de leer estas perlas politológicas: “El partido continúa siendo un instrumento de control de la oferta electoral, mediante el cual un número relativamente reducido de ciudadanos sustituye a la sociedad en la definición de un momento esencial del proceso de legitimación democrática del Estado y la fuerza a optar por alternativas cerradas […] La sociedad sabe que no puede prescindir de los partidos, que continúan siendo instrumentos indispensables para articular políticamente a la sociedad y para ordenar el proceso electoral, y saber también que no está en estos momentos en condiciones de sustituirlos por otros instrumentos distintos. De ahí que se produzca la paradoja de que los ciudadanos participan en el proceso electoral y votan a los partidos de los que están despotricando y que, al día siguiente de haberlos votado, vuelven a despotricar contra ellos”.
Por eso, y pese a la irrupción de Ciudadanos (que sólo explotará si supera la difícil barrera del 18,75%, estudiada por el politólogo holandés Arend Lijphart), el PP se estaría recuperando a marchas forzadas (desde un confortable suelo flotante del 30%), y sufrirá menos castigo en las urnas del que seguramente se mereciera; y el PSOE (con alrededor del 25% casi asegurado) no va a ser eclipsado, ni fagocitado ni sustituido por un Podemos pasado por el agua de las borrajas. Por todo ello, y si queremos que como electores no nos limitemos a elegir entre las candidaturas (de unos partidos que presentan el doble carácter de una apariencia democrática y de una realidad oligárquica, que a su vez descansa en la nominación y la cooptación más o menos descarada) que los partidos han decidido en sus aparatos, sin participación de nadie más externo a sus politburós, habríamos de exigirles como condición insoslayable: Que las candidaturas para los distintos procesos electorales hayan de ser elegidas por todos los militantes, afiliados y simpatizantes del partido mediante un sistema de primarias abierto a toda la ciudadanía.
En este sentido, es justo reconocer las iniciativas y experiencias piloto del PSOE, de C’s y del Podemos del articulista sevillano de la espantá a lo Curro Romero; que ya han estrenado verdaderos procesos de primarias cara a las Legislativas de dentro de un mes. Si bien, en la Andalucía del constitucionalista se sabe la diferencia existente entre “de verdad” y “de verdad, de la buena”. Ya que, por más que teóricamente cualquier ciudadano puede concurrir de derecho tanto a la competición electoral como a un proceso de primarias abierto a la ciudadanía (incluso, a independientes no afiliados), de hecho en la práctica únicamente los pre-seleccionados a priori, por los muñidores comités de los partidos, gozan de posibilidades reales a posteriori de salir elegidos en las listas de candidaturas, en un puesto con mínimas garantías electorales de poder obtener representación parlamentaria.
En definitiva, éste, según mi entender, principio de solución “de verdad, de la buena”, podría no sólo mejorar el nivel de respeto por parte de la ciudadanía de las élites políticas que ocupan cargos representativos, sino que podría a su vez contribuir a favorecer un proceso de afiliación a los partidos y de compromiso con la cosa pública, en la medida en que la sociedad civil percibiera que ese principio estaría en condiciones de ofrecerles una oportunidad real de participación directa (postulándose como candidato en primarias) o indirecta (participando como votante en primarias) en la selección de los futuros representantes políticos del Estado democrático, de la que carecerían fuera de una formación política.
Ramón Guillén para Mario Conde Blog
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Decía Lacordaire que “entre el rico y el pobre, el fuerte y el débil, la libertad oprime y la ley redime”. Por eso, por mucha libertad aparente que se pretenda otorgar a los afiliados para la designación de sus cargos representativos en elecciones primarias, la preeminencia financiera, organizativa y propagandística de ciertas facciones la convierte en una quimera. Por eso también, y en buena lógica, dice nuestro sacrosantísimo Código Civil que la prohibición de no hacer una cosa imposible se tiene por no puesta. ¿Por qué necesitar censura si el mercado impone la maximización de ganancia como meta y regula el sustento del profesional de la información? Mutatis mutandi, se pueden celebrar primarias una y otra vez, pero sin condiciones materiales que permitan una participación efectiva e igualitaria la ilusión se desvanece.
Muchas cosas se pueden cambiar para mejorar la calidad democrática de España, pero nos falta tanto o más para llegar al encuentro del corazón de la ciudadanía: el debate.
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No conocía el libro “de Robert Michels, “Sociología de los partidos en la democracia moderna” (1911), de Moisei Ostrogorski, “Democracia y organización de los partidos políticos” (1902)”. Es bueno enseñar al que no sabe.
Por ello, gracias, escuétamente gracias, Ramón, siguiendo los consejos de nuestra protomártir del Cristianismo fundamentalista, esa santa mujer que, al no encontrar la paz en Google y no toma la sabia decisión de ‘clausurarse’ ella misma. La Doctora de la Iglesia ya nos lo enseñó con lo de ‘la que peca por que la pagan o el que paga por pecar’.
Las Monjitas de Clausura hoy se ganan el sustento en la red. Quizás algun día topen con un Nacho, dejen de fabricar dulces angélicos y comprendan eso de los actos de contenido imposible. No, espero, para convertirse en cabareteras.
en said:
No se si lo comenté aquí alguna vez, tengo la afición de rebuscar libros viejos ( del XIV al XVII) en la grandes bibliotecas y aunque me interesan solo un par de temáticas muy concretas termino leyendo de otras cosas en el proceso de discriminación. Una de las cosas que mas me llamaron la atención desde el principio es lo vigentes que resultan la gran mayoría , sobre todo en referentes a temáticas sociales, el humano no ha cambiado nada en estos siglos. Ha cambiado nuestra tecnología pero seguimos siendo los mismos seres sencillos que se venden por dinero, poder, sexo o seguridad.
Hablar de primarias, democracia o ciertos derechos en España entraría en el terreno de la tragicomedia. Los partidos – como productos que son- tienen la necesidad de aparentar innovación continua, de autofagocitarse prometiendo en el proceso todo lo que se les pueda ocurrir. Hoy esta de moda la participación, no se es un buen líder si no se deja participar por lo que insisten en el tema de las primarias.
Al final como siempre agua de borrajas, cuando veamos a un partido que pelea de verdad por los tres o cuatro puntos que de verdad reforzarían las libertades y permitirían que las personas maduráramos en nuestras responsabilidades para con nuestro país podemos alegrarnos. Mientras tanto podemos votar a quien queramos que el resultado va a ser básicamente el mismo.