En un almuerzo celebrado en el costado derecho del Miño, en las proximidades de Ourense, alguien, en medio de cierto estupor de los comensales, aseguró que prefería a la vieja inquisición que a los jueces actuales. Una frase así en todo caso causa cierta conmoción, sobre todo cuando los comensales acaban de conocerse y no hay confianza entre ellos. Pero viviendo de un hombre de mas de ochenta años, muy vinculado a la iglesia católica en toda su trayectoria, tiene una fuerza adicional considerable.
Todo comenzó por esa manía mía de llevar los almuerzos de negocios a conversaciones mas reconfortantes para el espíritu, y no se me ocurrió otra cosa que mencionar, con énfasis emocionado, el genocidio cátaro ejecutado de consuno entre la Iglesia Católica de Inocencio II y el rey de Francia, que ansiaba poder extenderse por el maravilloso Languedoc para tener acceso al Mediterráneo. Inocencio pretendía defender “la pureza del dogma”, que en roman paladino significa el poder de una iglesia que en sus cimas de entonces difícilmente podría esconder una corrupción interior nada desdeñable. Los “perfectos” cátaros, con su intento de regreso a un cristianismo puro, constituían un peligro evidente, no solo por su doctrina, sino, sobre todo, porque acomodaban su conducta a sus palabras, y eso encierra un enorme peligro, el que proviene del ejemplo real.
Como es sabido en aquellos días nació la Orden dominica y con ella la Inquisición. Lo que ejecutaron los inquisidores o a lo largo de la historia posiblemente, parafraseando a Cioran, lo definiría como un breviario de podredumbre. Y en esas, precisamente en esas estaba, cuando el hombre al que me refería se atrevió a afirmar, con una rotundidad casi cándida, que prefería a aquellos inquisidores que los jueces de hoy. Teniendo en cuenta que la inquisición es un producto de la Iglesia y que el hombre se encontraba a ella vinculado, algunos interiorizamos que era un juicio de parte, y que , además, seguramente habría tenido un problema con la justicia actual, lo que, por cierto, resultó ser verdad.
Concluido el almuerzo retornaba a mis tierras de residencia, los confines de la raya seca, Chaguazoso, para mas detalle. Y mientras conducía me preguntaba: ¿cual era la misión dela Inquisición? La defensa de su dogma. ¿Cual es la esencia del dogma? Que no puede ser debatido: quien no acepta el dogma es un hereje. Es decir, no se puede cuestionar la verdad dogmática y quién lo hace, quién quiere pensar por sí mismo, comete la atrocidad de ser un “libre pensador” ¿Y como se defiende el dogma? Con la fuerza de las llamas. Esa fue la constante —creo– a lo largo de siglos.
¿Defiende la justicia de hoy algún dogma? Supuestamente no, solo la ley, pero la realidad es otra: el Sistema tiene su propio dogma, sus verdades intocables, de modo que el que a ella se opone, el que las cuestiona, es un enemigo del sistema. ¿Hay diferencia cualitativa entre enemigo del Sistema y hereje? No. ¿Es la Justicia la encargada de defender al Sistema frente a los nuevos herejes? Pues sí, pero no la Justicia abstracta, sino ciertos hombres puestos por el Sistema en el engranaje judicial, que no es exactamente lo mismo. O sea que en ese sentido la diferencia entre Inquisición y esos elementos de la Justicia no es abismal. Pues no. En esencia se trata de lo mismo. Pero ya no hay hoguera. No. Ahora simplemente se dedican a provocar la muerte civil del hereje. Bueno, en algún caso también la física, pero eso requiere una actuación mas sofisticada. En el fondo no hemos cambiado las reglas: poder, dogma, hereje, reacción. Mas o menos…
en said:
Buenos días, efectivamente la Justicia defiende su dogma de hoy que es el Sistema y por supuesto a sus polluelos. En todos los sitios cuecen habas, sobre todo cuando se toca poder, y la Inquisición tocaba mucho poder. No obstante, y a pesar de que se hayan podido cometer injusticias por parte de ésta, creo que hay que desmontar algunas actuaciones que “protagonizó” la rama inquisitorial dominica a largo de su historia, que para mí son en gran parte un mito, sobre todo en España. Lo primero que hay que hacer es situarse en el contexto de la época, y la Inquisición nace fundamentalmente para solucionar revueltas sociales, además de que sólo juzgaba a personas bautizadas. Fue el tribunal más garantista de su tiempo, por ello muchos ajusticiados preferían ser juzgados por ésta en lugar de por la justicia común.Utilizó la tortura mucho menos que los tribunales ordinarios, contribuyó a librar a España de las sangrientas guerras de religión protestantes, así como de la caza de brujas. La máxima actividad inquisitorial se produjo en el siglo XVI, que fue también el de máximo esplendor artístico, intelectual y de pensamiento que haya vivido jamás el país (también funcionó en el declive del XVII y XVIII, claro está). Contra otra leyenda persistente, el número de muertes causadas por la Inquisición fue relativamente bajo, un millar bien documentado y probablemente no más de otro millar que no consta en los archivos. Las policías políticas de muchos países en el avanzado siglo XX y ahora pueden hacer muchas más víctimas en un año o en menos, que la Inquisición en tres siglos largos. Con todo esto creo que la realidad “inquisitorial” de la Justicia de hoy choca con el mito (en gran parte) de la Inquisición de ayer. Su acompañante de desayuno no iba muy desencaminado.
Un saludo.
en said:
Aunque el mundo haya cambiado mucho a lo largo de siglos (y milenios), el cerebro humano sigue siendo el mismo hoy que hace miles de años, con los mismos puntos débiles.
Por establecer otro paralelismo, que en apariencia es completamente diferente, pero en raíz de la conducta mental que lo provoca es el mismo…
En Occidente sorprende las reacciones que provocan las caricaturas de Mahoma, se ve a quienes se ofenden por una obra cómica como locos, extremistas.
Bien, imaginemos una revista que hiciera mofa con caricaturas machistas y homófobas, ¿cuál sería la reacción en Occidente?.
El mismo extremismo, diferentes tabúes. El mismo cerebro, con los mismos puntos débiles para ser manipulado y dominado.
en said:
A nadie se le escapa que vivimos una época marcada por el caos de relativismo moral, lo cual implica que legislamos con nuestra moral y eso choca frontalmente con otras morales. Añadamos a este periodo deplorable de nuestra historia que el poder está subordinado a la economía y por tanto al materialismo, de lo cual podemos deducir una evidente ausencia de principios y valores, pues el campo de los valores está reñido, tanto con el relativismo como con el materialismo.
La justicia no es una excepción, está formada por personas salidas de la misma sociedad que nutre de dogmas a aquellos que van a ocupar puestos de relevancia en el aparato del Estado. Los jueces pertenecen al clan endogámico mas poderoso del Estado: Los burócratas. Resulta paradójico que en una democracia veamos indispensable legitimar a quienes va a administrar nuestros recursos y nadie crea que aquellos que van a decidir sobre nuestras vidas y haciendas necesiten de esa legitimación. Nuestros jueces carecen de legitimidad democrática y por tanto se les debe exigir mayor rigor en el cumplimiento de sus funciones, pues aquel que dispone de ese excesivo poder no emanado de los ciudadanos tiene todas las papeletas para ser considerado un tirano al que nadie ha dado la legitimidad ni para condenar ni para absolver en nombre de ninguna mayoría.
Entramos en otro terreno mas profundo como es el que los jueces forman parte de un sistema nacido desde arriba, desde el poder, sin debate público e impuesto a los ciudadanos desde nuestra primera constitución como si fuéramos menores de edad, de hecho, lo somos políticamente. Un sistema nacido desde el debate público lo primero que tendría que formularse es ¿Cómo se producen las normas con que vamos a ser juzgados? En primer lugar, las normas deben producirse en un espacio público ausente de coacción y donde el dialogo, el entendimiento y el consenso sean los factores que den lugar a la norma. En segundo lugar, éstas debería pasar a nuestro representante, para lo cual debería existir un sistema electoral donde hubiera un vinculo entre elector y candidato, ahora no lo hay. Somos votantes sin representantes. En ese caso, la norma emanada del pueblo pasaría por el legislativo y volvería a la sociedad en forma de ley atendiendo a una demanda social.
¿Atienden nuestras normas a las demandas sociales? La crisis ha evidenciado que no. Mas bien ha atendido a grandes corporaciones, a grandes chorizos y sobre todo al poder. Otro gallo cantaría de haber emanado del pueblo. En EEUU, donde los jueces son elegidos en los 50 Estados de la Unión, a nadie se le ocurre que una Caja de ahorros saqueada y expoliados sus clientes mediante timos como las preferentes no estuvieran detenidos, procesados y condenados sus responsables. Aquí, nuestro sistema ha producido una inversión moral por la que las victimas parecen los verdugos y los verdugos las victimas. A unos se les saca a palos de sus casas y a otros se les conduce como si fueran bienes jurídicos a proteger con una delicadeza exquisita y un proceso de alfombra roja. Es la perversión de un sistema fabricado desde arriba por organizaciones artificiales y una sociedad civil invertebrada.
Los antiguos griegos advirtieron cual era el ciclo de destrucción de los sistemas políticos en la triada: Democracia-Corrupción-Tiranía. Al contrario de lo que muchos piensan, no era el tirano el elemento peligroso, el tirano era bien recibido puesto que venía a restablecer el orden perdido. El elemento peligroso era el corrupto, pues destruía la democracia y abría las puertas a la tiranía,. Para ello, los griegos crearon la institución del ostracismo “Ostrakon”, que consistía en que en un trozo de baldosa (Ostakon) escribían el nombre del corrupto al que debían expulsar de la comunidad y fuera de la comunidad estabas condenado a ser un animal. Uno de ellos fue Pericles.
El ostracismo se sigue practicando en las culturas políticas avanzadas como la norteamericana, no es ningún anacronismo. A Bernard Madoff, el Estado lo detuvo, procesó y condenó en el plazo de 6 meses y la sociedad civil marginó, condenó al ostracismo a sus familiares, evitando alquilarles un piso o no dejándolos acceder a clubes privados. Es lo que tiene un sistema donde hay una vinculación total entre instituciones y sociedad civil porque el edificio se construyó desde abajo.
En nuestro sistema, los jueces forman parte de ese edificio construido por el tejado. De tal modo, que nuestra judicatura no detectó ni la corrupción ni la castigó, no trató con igual justicia al ciudadano que al poderoso, no fuimos todos iguales ante la ley porque la ley no quiso que todos fuéramos iguales. El juez se atiene a las pruebas y a la verdad procesal, a las que sus ojos subjetivamente ven porque ni siquiera elementos incluidos en nuestro derecho como la tipificación de la ley que hace que estas deban ser claras y concisas para evitar el exceso de margen interpretación por parte de los jueces lo evita. Hay sentencias arbitrarias, hay otras que son un insulto a la inteligencia y otras que son pura broma pero de ninguna de ellas se extraen consecuencias ni responsabilidades. Solo hay que ver las últimas sentencias sobre la supuesta hija del Rey, la sentencia de malos tratos de Lopez Aguilar y compararlas con cualquier otra de cualquier españolito de a pie por el mismo caso.
Pero claro, aquí no elegimos a los jueces y por tanto tampoco los podemos reelegir o no reelegir. Sencillamente, hay que revisar el papel de los jueces en nuestro sistema como hay que revisar el sistema en su totalidad. Mientras tanto, el sistema nos tiene condenados a la minoría de edad.
en said:
La legitimidad “democrática” de los jueces no es concepto que me agrade.
1. Quienes administran nuestra libertad y hacienda deben reunir tres requisitos: competencia técnica, independencia política y estabilidad emocional. Dicho así, parece fácil. La realidad evidencia que es extremadamente dificil conseguir la trilogía. Estoy en condiciones de afirmar que me he encontrado a lo largo de mi vida con jueces/fiscales técnicamente incompetentes, políticamente dependientes y emocionalmente dañados.
2. La incompetencia técnica abunda lamentablemente es autos, sentencias, escritos de fiscales, decretos de secretarios judiciales…y alcanza proporciones cósmicas. ¿Cómo es posible?. ¿No existe teóricamente una Oposición y una Escuela? Sí, pero a los hechos me remito. Preguntar a abogados acerca de la calidad técnica de las resoluciones judiciales y de los escritos de fiscales es obtener una respuestas demoledora. Con las excepciones que se quiera —que son reales— la regla es lamentable. Por eso en vez de aplicar el Derecho aplican el Torcido
3. La dependencia política deriva del nombramiento. Me refiero al ascenso dentro de la carrera judicial. Si quien decide el ascenso es un político, el juez ascendido tiene enormes posibilidades de olvidarse de que es juez y de convertirse en político. A la vista están los resultados desde que el socialismo modificó el Consejo general del Poder Judicial. En las altas instancias cuando de asuntos políticos se trata, esto es, de asuntos que de un modo u otro tienen repercusión o consecuencias políticas o electorales, la independencia, el puro y duro ajuste a la Ley no pasa de una entelequia.
4. El desequilibro emocional es algo terrible, tan terrible como real. El juez es humano (“demasiado humano”) y lo mismo cabe decir del fiscal. Como tal su posicionamiento emocional respecto del justiciable puede ser decisivo. UN juez o un fiscal pueden haber odiado en silencio en su vida a una persona, sencillamente por envidia, porque su sola presencia contribuye a ver en ellos su propia pequeñez. Es el complejo, cáncer del alma que erosión el equilibro interior horadando sin pausa. Y en un momento dado por avatares de la vida, esa persona a la que envidiaron y, por tanto, odiaron, se encuentra sujeta a su poder. No al poder que ejerce delegado del Estado, sino a ese poder tamizado e instrumentalizado por el desequilibrio emocional del juez o fiscal. Sienten el placer de acusar/condenar. es el momento de su revancha, el modo y manera de saciar el odio. Y esto sucede con mas frecuencia de la que uno pudiera imaginar. Y no solo por razones materiales sino incluso ideológicas.
5. ¿Como conseguir el máximo de equilibro en esta trilogía? Pues no lo se. He debatido este asunto en muchas ocasiones y todavía no estoy en condiciones de exponer un modelo perfecto. Quizás no lo haya. Quizás necesitemos ir caso a caso comprobando cada cierto tiempo el equilibrio emocional del juez y fiscal, su competencia técnica y siendo implacables contra su sumisión política.
6. Y esto exige una sanción penal del máximo rigor. Un juez o un fiscal que viola el mando de hacer justicia está cometiendo el delito mas grave inmediatamente después del asesinato. Pero curiosamente nuestras leyes establecen castigos penales ridículos para la prevaricación judicial.
en said:
Dejar toda la responsabilidad para dictar una sentencia a una sola persona lo encuentro muy arriesgado, ya que es muy fácil caer en la subjetividad.
Un juicio debería disponer de 3 jueces que en igualdad de condiciones deliberen y dicten sentencia. Así sería más difícil que los tres fueran técnicamente incompetentes, con dependencia política y emocionalmente inestables (aunque no imposible, lamentablemente).
En medicina los casos complicados se debaten en sesiones clínicas para tomar decisiones, por ejemplo.
en said:
Claro, y se le pide demasiado a un juez, que al fin y al cabo es una persona, aunque los tribunales superiores están formados por varios jueces es lo mismo… son mas caras de la misma moneda. En mediacion o justicia restaurativa interviene un grupo multidisciplinario formado por un jurista, un psicólogo, criminologo, trabajador social, según el caso…. y nadie dicta sentencia se llega o no se llega a un acuerdo por las partes, en la intrajudicial ese acuerdo se traslada al juez, los técnicos actúan como delimitadores del conflicto en cuanto a la legalidad y para facilitar la comunicacion. No es la panacea pero se agradece la doble vía para solucionar… Yo asocio la justicia tradicional con la razón, pretende ser una especie de matematica y la jurisprudencial, restaurativa o la mediación con la parte mas creativa y diversa de la justicia, en la que las partes intervinientes no se someten a la voluntad de otra persona,dentro de unos límites por supuesto.
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Es justicia gratuita. Aún esta en experimentación. Necesitamos apoyo en cambio de mentalidad, no queramos que corra la misma suerte que la conciliación o el arbitraje, aunque la mediacion/justicia restaurativa es más sofisticado, como requiere el humano, las cosas no son tan simples como: cometo un delito o falta viene el coco y te castiga… y además están los beneficios que se obtienen en cumplimiento penas y humanamente.
en said:
Me gusta mucho más tu opción que la de los tres jueces. De hecho, cuando lo estaba pensando lo comparaba con la toma de decisiones en medicina en los casos complejos. Por ejemplo en oncología, se reúnen patólogo, oncólogo, cirujano… un equipo multidisciplinar. Pero como no tengo ni conocimiento ni experiencia en el campo de la Justicia, no veía como aplicarlo.
La justicia tradicional que tú asocias a la razón y que yo veo, además, de estructura vertical, paternalista con una figura en la parte superior que toma decisiones y castiga, conlleva fácilmente a los abusos de poder. Las estructuras verticales de valores esencialmente masculinos son las que dominan todos los ámbitos de nuestra sociedad. Y en mi opinión, falta el equilibrio con los valores esencialmente femeninos. Lo que tú propones, y yo apoyo, es más horizontal, más flexible, menos rígido, en fin, más femenino. Imagino bttberttice, que eres mujer y no creo que me equivoque.
en said:
Exactamente. No creo que se trate tanto de que hayan mujeres arriba de la pirámide dirigiendo (que también), como de que el sistema incorpore esa visión de valores femeninos en sus esquemas institucionales, efectivamente. Has dado en el clavo. Y si, soy mujer.. je je
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Era obvio!!
Te dejo una canción que ilustra perfectamente lo que estamos comentando:
https://www.youtube.com/watch?v=8Ksq-niTGII
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https://vimeo.com/51363628
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Legitimar a un juez no significa mermar su competencia técnica, independencia política y estabilidad emocional. Muy al contrario, estos requisitos se deben ver recompensados en su elección. Otra vía de legitimación es hacer que apliquen las normas que emanan del pueblo, cosa que en nuestro sistema es imposible porque partimos del hecho mismo que las normas no emanan del pueblo, no siguen el procedimiento legitimador de la norma que haría que las sentencias, además de jurídicamente correctas lo fueran también moral y éticamente. No es nuestro caso, nuestro sistema electoral (como he dicho otras veces) no permite el vinculo entre elector y candidato, imprescindible para que uno traslade al otro las demandas que se producen en la sociedad, éste las recoja, delibere en el parlamento, las tramite, las procese y vuelvan a la sociedad en forma de leyes que satisfagan esas propias demandas. Esto no ocurre en nuestro sistema y por tanto no se puede hablar de legitimidad de las normas. Otra cosa es la legalidad, todo lo que se aprueba es legal, al margen de su legitimidad, poca mucha o ninguna.
El propio presidente del Tribunal Supremo afirma que las leyes españolas están hechas para robagallinas. lo cual es sintomático y refleja la realidad del estado deplorable de nuestra justicia. La crisis ha sido la mejor oportunidad para aprender de nuestra deplorable legislación, hecha por y para los poderosos y contra los débiles. El trato que han recibido unos y otros no es propio de una cultura política avanzada, mas bien de un país del Tercer Mundo.
A lo largo de mi vida he sufrido esta justicia y he podido comprobar como un hombrecillo tras ese ropaje jurídico se puede volver un tirano, un histriónico, un beato soltando gilipolleces a un justiciable, un capullo faltando al respeto al ciudadano o un prevaricador que ya tiene la sentencia en la cabeza antes de acabar el juicio. No hay medidor para convertir esas acciones en delito. Nuestra justicia está anquilosada en el pasado, nuestro ordenamiento jurídico está hecho para que paguen los mismos de siempre. Solo hay que ver quienes llenan las prisiones españolas y comparar con quienes han causado el mayor daño a la sociedad, no coincide lo uno con lo otro. Hay desproporción e inversión moral. Los verdugos son absueltos y las victimas condenadas.
Luego está lo anacrónico de los procesos cuyos expedientes no caben en una habitación y necesitan de años de instrucción para acabar desvaneciéndose, envejeciéndose y volviéndose complejos, lo cual facilita la fragilidad de los mismos y la probabilidad de que acaben en nada. Y es que cuando la justicia quiere complicarse deja de ser justicia.
Como ciudadano, aspiro a que algún día pueda elegir a mi presidente de gobierno, a mi diputado, a mi senador, a mi juez y a mi fiscal. Si creemos en la democracia, debemos creer en la elección de todos aquellos a los que en un Estado de derecho los ciudadanos nos vemos obligados a cederles el monopolio de la fuerza y el de la justicia para que la administren en nuestro nombre. El primer mecanismo de control debe ser el de los propios ciudadanos. Sin el consentimiento de los ciudadanos no hay gobernante ni juez ni autoridad, hay tiranos. Por tanto, su legitimidad depende de nuestro consentimiento.
en said:
El desequilibrio emocional de algunos jueces famosos españoles daría para escribir varios tomos de psicología y/o psiquiatría.
Pero eso no quiere decir que tengan el más mínimo poder.
Algo típico en el poder, es poner a personas en determinados escenarios, que por su perfil psicológico, vayan a cumplir la voluntad de ese poder, sin que ellos mismos protagonistas lo sepan. Hay varios ejemplos, algunos muy visibles, otros más ocultos.
El poder, a alto nivel, es frío, para lo bueno y para lo malo, el más frío de todos los monstruos fríos. No se guía por emociones, pero utiliza las emociones de los demás ampliamente para conseguir sus fines. Y por utilizar las emociones de los demás puede entenderse arengar a las masas con mentiras, o poner a jueces con delirios ególatras en determinados puestos.
Hay que distinguir entre medio y fin. Entre quien quien tiene poder y libertad para dar órdenes, y entre quienes tan sólo son una herramienta, un medio, un aparato determinista, sin libertad alguna, y se limitan a cumplir esas órdenes.
Por otro lado, me resulta tremendamente confuso que se use la misma palabra para describir el hacer cumplir la legislación con la idea en filosofía de justicia.
“El Estado es el más frío de todos los monstruos, es frío hasta cuando miente y esta es la mentira que desliza de su boca: Yo el estado, soy el pueblo” -Nietzsche.
“Y yo las leyes, soy la justicia”, podría haber añadido.
en said:
El estado, titular del ius puniendi… y el ius puniendi de la víctima?… la edad de oro de la víctima pasó…. primero es el jefe uno después otro… cuando habrá un equilibrio legislado?.
en said:
Yo el estado, soy el dueñoo del conflicto. Yo el estado, soy omnipotente y omnipresente. Yo el estado, soy hombre…..
en said:
….Y delego en los omnipotente hombres jueces para que se haga justicia…..
en said:
Desde luego menudo monstruo hemos creado y ahora no sabemos contener. Solucion: búsqueda de participación de ciudadanos en todas las instituciones. Nuevos esquemas de funcionamiento. Exigir cambio de sistema electoral…
en said:
Para ilustrar mejor lo que quería decir en el comentario anterior, pondré un ejemplo (imaginario).
-Imaginemos que el poder de un estado quisiera quemar la casa de un enemigo de ese estado, tendría varias opciones:
*Ordenar a alguno de sus subalternos quemar la casa.
*Pagar a un mercenario para que queme la casa.
*Buscar a un pirómano entre la población, y sin decirle una sola palabra, dejarle delante de la casa con un bidón de gasolina y una caja de cerillas.
La tercera opción es la más sutil, y la que exonera de más responsabilidad a quien ordena la operación.
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“Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”
Esta frase atribuida a Arnaldo Amalric, -emisario del Papa Inocencio III-, en la cruzada albigense contra los “perfectos” Cátaros.
Debería hacernos reflexionar sobre el papel de la Iglesia y su sentido se la Justicia. Todo, por la defensa del Dogma?? O más bien, en favor de los intereses espurios y la perpetuación de su influencia dentro de la Iglesia.
Los Cátaros, eran una minoría de cristianismo puro, muy contraria al “modus vivendi” de la endogamia eclesial. De la opulencia del Papa y sus acólitos. De su alejamiento de la doctrina que -hipócritamente- predicaban. Donde, Dios, era mero pretexto para “someter ” al prójimo.
Desgraciadamente, hoy, los amantes del Derecho, son como aquellos perfectos Cátaros, quienes observan -impasibles- como la máxima de J.W.Goethe – “Lo justo, sobre todo lo legal, no es otra distinta a lo conveniente para el poder de turno”- se hace presente a diario.
Quizás, a día de hoy, aún, no exista tanta diferencia entre la Inquisición y el Sistema.
“El hombre justo es lo opuesto de el hombre de la Justicia”
– Cosas Del Camino-
en said:
“EL QUE SE MUEVE NO SALE EN LA FOTO”… Famosa frase dicha en democracia, que tan escrupulosamente supo aplicar la Inquisición.
Y es que el Sistema está tan arraigado que pervive a cada etapa histórica, manifestándose con distintas nomenclaturas.
en said:
En España el ejercicio de la Justicia está mayoritariamente dominado por personas con poco entendimiento en los procesos de medio y bajo nivel, y por peones de grupos políticos y empresariales en los procesos de alto nivel. Creer en la Justicia de este país es una ingenuidad.
en said:
Seguramente este señor prefería a la Inquisición por creerse a salvo de ella y, seguramente, según sus características, estaría no sólo a salvo de ella sino protegido por los “justicieros guardianes” de la “bondad eclesiástica”. Aunque simplificando el tema, que creo que será lo que más se acerque a la realidad, es simplemente una expresión de la creencia de “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Marcando la principal diferencia entre Inquisición/Iglesia de Sistema/Estado, creo que tiene sentido, al menos el suficiente, creer que la defensa que hacen de sus dogmas no está tan alejada. Las dos instituciones son capaces de casi todo por poseer y conservar el Poder.
Tú, Mario, estuviste (estás) “marcado” por El Sistema, pero es que en la Edad Media hubieses estado “marcado” por la Iglesia. Lo mires como lo mires “eres un hereje en toda regla” 🙂 Te lo ganas a pulso por ir y ser libre.
en said:
En EEUU, las resoluciones de los jurados no son recurribles por el Estado; los ciudadanos no se fían del Estado y ponen limites al poder; En España si son recurribles porque es el Estado el que no se fía de sus ciudadanos.
Esta es una diferencia entre una democracia de calidad y una sociedad civil fuerte y otra democracia de baja calidad sin sociedad civil vertebrada. En la primera es el pueblo el que fiscaliza al Estado, en la segunda es el Estado el que somete al pueblo.
en said:
Te propongo un ejercicio, elimina al ministerio fiscal en españa ¿crees que se eliminaría el problema?… creo que es un eslabón más susceptible de ser corrompido. No creo que en EEUU haya una democracia de tanta calidad y una sociedad civil tan fuerte. Quiza si para esa sociedad civil minoritaria que domina económicamente al resto pero no para la mayoria, lo que demuestra su gran desigualdad social.
en said:
“Raro don es la justicia. Todo hombre tiene un poco de león, y quiere para sí en la vida la parte del león. Se queja de la opresión ajena; pero apenas puede oprimir, oprime. Clama contra el monopolio ajeno; pero apenas puede monopolizar, monopoliza: No en balde, cuando el libro de los hebreos quería dar nombre a un varón admirable lo llamaba -un justo-”
José Martí, escritor cubano.
en said:
Con mucha precisión y rigor están tratadas en éste y otros artículos las razones de la debilidad de nuestro sistema judicial, pero siempre invita a participar un asunto de máximo interés como éste. Por primera vez leo una acertadísima alusión al equilibrio emocional del juez como elemento esencial, aunque no único.
El Derecho es un instrumento cuya elasticidad debe servir para su adaptación a las circunstancias de una sociedad en constante evolución y permitir resolver una casuística tan profusa y variada como el propio producto humano. La misma naturaleza del Derecho es, pues, la que impide una ecuación matemática para alcanzar justicia y, por ello, la imperfección del sistema judicial se erige como un mal necesario, pues la justicia material no siempre es la que formalmente adquiere supremacía y firmeza, ni siempre las instancias superiores imparten justicia trascendiendo la formalidad de una Justicia configurada sobre criterios políticos.
En la combinación entre la elasticidad del Derecho y su interpretación por el Juez, confluyen su grandeza y su fragilidad. Un Poder Judicial verdaderamente independiente permitiría el juego de esas dos características sobre la confrontación estrictamente jurídica de argumentos, de manera que la calidad jurídica de las resoluciones no es directamente proporcional a la categoría superior o inferior del juez o tribunal que la dicta y, por ello, los tribunales superiores en ningún caso pueden arrogarse la capacidad de justicia o verdad irrefutables. El escalonado (que no jerarquizado) sistema judicial, debiera constituir únicamente el cauce formal del orden jurídico necesario en cualquier democracia, y debieran ser las resoluciones de cualquiera de sus instancias igualmente válidas y acreditadas, aunque concluidas desde distintas perspectivas (jurídicas siempre).
Pero en ningún caso, la elasticidad y la interpretación pueden constituir métodos sistemáticos de aplicación y aún menos de elusión del Derecho; únicamente proceden cuando la letra de la Ley no es suficientemente clara y precisa. Y abundan las resoluciones en que el Juez se permite tergiversar la norma mediante un abuso interpretativo carente de fundamento objetivo u obviando la literalidad de una norma que no arroja la menor duda sobre su sentido.
Lo que no admite la democracia, es que a la imperfección inherente a la mera aplicación del Derecho por el ser humano, se una la corrupción intencionada del Poder Judicial por parte del Poder político, utilizando medidas de aseguramiento de su estatus y de su deliberada voluntad. Porque, de este modo, la Justicia resulta un entelequia y, como rubrica el artículo, una especie de moderna Inquisición que impide a la sociedad civil ser soberana y, en consecuencia, a la Justicia emanar del pueblo.
En España, además, se da esa curiosa, por aberrante, relación entre instancias judiciales: cuanto más alto es el escalón judicial, mayor es la sombra de la parcialidad y la politización que acecha a sus resoluciones, lo que puede tener (no siempre la tiene) influencia en los niveles inferiores, máxime desde que el Tribunal Supremo, a instancias del Ministerio Fiscal, ha llegado (en 2001) al extremo de condenar por prevaricación a un Juez que no siguió, en uno de sus Autos, la “doctrina consolidada en sede jurisprudencial” por el Alto Tribunal. Doctrina que, como es sabido, es volátil en función del momento en que se asienta y los factores e intereses (no pocas veces políticos) que intervienen en su delimitación.
Y a la bien explicada trilogía (incompetencia técnica, desequilibrio emocional y dependencia política), se añade una cuarta cuestión: la discutible legitimidad de una tasa judicial que, si bien derogada respecto de las personas físicas, se mantiene para las personas jurídicas, sin tener en cuenta dimensión, volumen de activos, cifra de negocio, etc… por lo que la misma cuantía debe abonar la pequeña empresa que la cotizada en el Ibex.
Resulta kafkiano que, no ya para obtener ,sino para intentar obtener justicia, Hacienda se erija en modulador de derechos constitucionales, confrontando la actividad recaudatoria con el derecho a la tutela judicial efectiva, y poniendo en jaque los “principios de justicia, proporcionalidad, eficacia, generalidad, igualdad, progresividad, equitativa distribución de la carga tributaria y no confiscatoriedad”, que deben “asegurar el respeto de los derechos y garantías de los obligados tributarios” y “atender a la realización de los principios y fines contenidos en la Constitución” (así reza el artículo 2 de la Ley General Tributaria “Concepto, fines y clases de los tributos” –y la tasa es uno de ellos-). Y el zenit de la incoherencia, llega con un Ministro de Justicia, que preguntado por el destino de las tasas ya recaudadas (más de 500 millones de euros) responde “no dispongo de información al respecto”, para luego señalar que se ha invertido en la “caja común” y en reducción del déficit. En ningún caso, en la Justicia gratuita, como ordenaba la propia Ley de Tasas.
Si la Justicia española tuviera entre sus virtudes la independencia, la eficacia, la seguridad y el rigor técnico-jurídico por parte de quienes han de impartirla, sería menos disuasorio y gravoso hacer uso de ella, inclusive previo pago de tasa. Pero vista la calidad de nuestro sistema judicial, el justiciable se debate entre la convicción de su derecho y la ausencia de confianza en los cauces que deberían permitirle su ejercicio con las máximas garantías, lo que representa un retraimiento en el acceso a la Justicia, similar al que provocan las tasas judiciales. Con una importante salvedad: la tasa puede ser aliviada por Ley (o Decreto-Ley, como ha sido el caso respecto de las personas físicas), pero la desconfianza en el sistema judicial y en el sistema político no puede ni la más alta jerarquía normativa, restaurarla o repararla. Eso nos compete a nosotros, como sociedad civil, a través del uso consciente y ponderado de nuestra más potente arma política: el voto. Y si de ello depende… escasas expectativas hay por el momento.
en said:
Me cuesta mucho entender todo lo que has escrito, pero como me considero sociedad civil creo necesario esforzarme e intentar entender al máximo. Veamos:
1er párrafo: lo entiendo
2º párrafo: “La misma naturaleza del Derecho es, pues, la que impide una ecuación matemática para alcanzar justicia” ¿Te refieres a que como el Derecho es un instrumento elástico impide una ecuación matemática para alcanzar justicia? Cuando hablas de un mal necesario ¿te refieres al hecho de que sea un instrumento elástico?
3er párrafo: lo entiendo
4º párrafo: lo entiendo
5º párrafo: La verdad, yo no sabía que la “doctrina consolidada en sede jurisprudencial” era volátil en función del momento en que se asienta, entre otra cosas porque no conozco esa doctrina.
6º párrafo: lo de la tasa judicial también lo desconozco.
7º párrafo: No entiendo nada de lo siguiente que expones:
” Hacienda se erija en modulador de derechos constitucionales, confrontando la actividad recaudatoria con el derecho a la tutela judicial efectiva, y poniendo en jaque los “principios de justicia, proporcionalidad, eficacia, generalidad, igualdad, progresividad, equitativa distribución de la carga tributaria y no confiscatoriedad”, que deben “asegurar el respeto de los derechos y garantías de los obligados tributarios” y “atender a la realización de los principios y fines contenidos en la Constitución” (así reza el artículo 2 de la Ley General Tributaria “Concepto, fines y clases de los tributos” –y la tasa es uno de ellos-).”
Y que conste que los párrafos que he entendido los he tenido que leer 2 o3 veces.
Conclusión: el Derecho es elástico y gracias a ello permite su adaptación a la complejidad del ser humano y sus vivencias. Como es elástico y el juez lo interpreta, si es un juez independiente, la calidad jurídica de sus resoluciones no puede ser muy diferente en los distintos escalones o jerarquías, serán igualmente válidas. Pero hay que ir con cuidado para que esa elasticidad no conduzca a una tergiversación intencionada para fines corruptos. Por otro lado, parece que existe una tasa judicial injusta para las personas jurídicas, es decir, instituciones o empresas, que no tiene en cuenta los distintos ingresos. Esas tasas, que parece ser que recaudaron 500 millones de euros, no se han invertido en la Justicia gratuita como ordena la ley de tasas, sino para reducir déficit.
en said:
Hola Esther, gracias por tu esfuerzo y disculpa si no me he expresado bien, cada uno lo hacemos como podemos. Intentaré aclararte alguna de tus dudas, aunque con una simplificación impropia para algunos temas, pero por lo que dices, creo que has entendido bien el sentido.
2º) Cuando digo que es un mal necesario, efectivamente es porque en Derecho 2+2 no siempre son 4. Según quien haga el cálculo podrían ser 5 ó 25. Al ser impartido por personas, y al no ser la Ley una ciencia exacta cuya aplicación sistemática asegure siempre un mismo resultado, es imposible que sea perfecta. Menos, cuando además hay cierto margen para la interpretación por parte del juez que como acertaba a decir Mario Conde, lo hace con un estado emocional en el que están implicados muchos factores: equilibrio, desequilibrio, ideologías, rencillas personales, experiencias vitales, mayor o menor dedicación o competencia, aptitud, ineptitud, etc…
Si a ello sumamos que el Poder Judicial está designado y controlado por el Poder político, el resultado es el que tenemos. Por tanto, ya que como humanos (“demasiado humanos”, dice el autor del artículo) no podemos alcanzar la justicia en su sentido más íntegro, porque tampoco es un concepto estático e igualmente concebido por todos, al menos, no permitamos que esa imperfección se vea aún más deteriorada por la injerencia política desmesurada. Y eso, lo permitimos o lo evitamos nosotros, como sociedad civil, con nuestro voto: por ejemplo, votar a PP, PSOE y sucedáneos, implica una aceptación tácita de la extrema politización del Poder Judicial. Tu voto, lo está legitimando. Por muchas otras atractivas promesas que con la alegría de una Esperanza Aguirre icnrustada en el Sistema durante décadas, te quieran también vender. Al final, junto a a esa alegría liberal (en este caso, pero también me vale la progresista, la comunista y la de cualquier partido que participe de ese Sistema), estás comprando la corrupción de los jueces (principal garantía en una democracia), entre otras muchas más cosas.
5º) Doctrina consolidada en sede jurisprudencial –> Es la “opinión” o la “postura” expresada por el Tribunal Supremo en sus sentencias cuando resuelve los asuntos que le llegan. La reiteración de esas “posturas” consolidan la jurisprudencia que puede, como muchas veces, coincidir con la letra y espíritu de la Ley pero también puede, como algunas otras, “desviarse” descaradamente de ella. En todo caso, es doctrina asentada que, de alguna manera, adquiere un tipo de fuerza legal. Y aunque no debe vincular al resto de jueces porque se les supone independientes (y no subordinados o jerarquizados, como es el caso del Ministerio Fiscal), es obvio que la designación de los jueces por los políticos, dificulta mucho su independencia e imparcialidad, cuando no las mata.
6º) Tasas judiciales –> Aquí tienes toda la información: https://www.administraciondejusticia.gob.es/paj/publico/ciudadano/servicios/tramites/tasas_judiciales/!ut/p/c5/04_SB8K8xLLM9MSSzPy8xBz9CP0os3gzT1dTz6BgExNjA0szA08vgwBjc0NnAws3M6B8JLJ8qIuJgadxWJhrgIevgYGJATG6DXAAR0K6w0Guxa3C1AxdHtV13ob45UGuB8njcZ-fR35uqn5BbmiEQaanLgCTjhBw/dl3/d3/L2dBISEvZ0FBIS9nQSEh/
En 2012, el Partido Popular, con Gallardón como Ministro de Justicia, aprobó una Ley por la que todo ciudadano que deseara (o necesitara, puesto que no es hobby para nadie) utilizar la Administración de Justicia para resolver un problema o ejercer su derecho, debía abonar una tasa (con independencia del resto de costes inherentes a todo proceso judicial). Tasa que en ningún caso tenía en cuenta la capacidad económica del contribuyente, ni guardaba proporcionalidad con su pretensión. Actualmente, desde marzo de este año, han sido suprimidas para las personas físicas, pero se mantienen para las personas jurídicas (sea Fontanería y mantimiento, S.L. o Telefónica, S.A., ambos están obligados a la misma cantidad en concepto de tasa).
7º) El hecho de que para acudir a los tribunales sea necesario pasar antes por la caja de Hacienda en las condiciones descritas, significa que, de algún modo, Hacienda permite o impide deliberadamente quién puede hacer uso del servicio público de la Adminsitración de Justicia. Un tipo de discriminación que ha provocado, durante los dos años que han estado vigentes las tasas, que muchas personas tuvieran que renunciar a acudir a los tribunales a reclamar/ejercer sus derechos, o a recurrir sentencias desfavorables, porque la tasa exigida para ello ascendía a cantidades inasumibles. Y si ya tenemos bastante con sufrir el dramático funcionamiento de la Administración de Justicia, exigir además un pago por ese sufrimiento, pues mire usted, Sr. Ministro, no. Primero procure que el servicio público funcione, luego discutimos si es razonable una tasa por beneficiarme de él. Pero sin servicio ni beneficio, no hay tasa.
MI CONCLUSIÓN –> 1) Tengamos todo esto bien presente cuando acudamos a las urnas, sobre todo si votamos a partidos que hacen posible (con exhaustivo esfuerzo y dedicación) esta podredumbre de Sistema. Porque el sentido de nuestro voto puede perpetuarlo o frenarlo, obligando a los históricos partidos de nuestro Parlamento a introducir cambios, en evitación de una pérdida de legitimidad abstracta o de poder real.
2) Si la figura del juez es tan relevante para la garantía y protección de nuestros derechos, así como para la salud judicial y democrática de un país, quizás, como señala el apartado 6. de la respuesta de Mario Conde, haya que revisar el sistema de responsabilidad que se les aplica.
en said:
Muchas gracias Vivi Dora, lo has explicado muy bien. Me ha parecido increíble que la recaudación de esta tasa se haya utilizado para reducir el déficit y no para lo que en principio iba destinada por ley. Déficit, que además no teníamos en el 2008 por ejemplo, pero que ahora tenemos debido a la ingente cantidad de dinero público utilizado para salvar a la banca. Ahora veo que ese agujero negro de los bancos se ha nutrido de una gran variedad de recursos económicos públicos, incluidas unas tasas judiciales creadas recientemente.
Respecto a tu conclusión número 1, yo ni siquiera me he acercado a las urnas hoy para las municipales de Barcelona. Y ayer, en la jornada de reflexión, ya viste que la dediqué a reflexionar tu comentario, más interesante que reflexionar sobre el vodevil teatral llamado: “Democracia en España”. Y es que en teatro tengo otros preferencias.
en said:
Gracias Vivi Dora, estoy de acuerdo pero el asunto no tiene fácil solución mirado desde una única perspectiva, a mi entender, analizar con tanta precisión y rigor debe servir para algo. Un problema político es difícil que se solucione políticamente, en cuanto al equilibrio emocional de los jueces para interpretar sería terreno privado, y más jueces juzgando tampoco es solución. ¿ Habría que crear un gobierno de equilibrio emocional paralelo al CGPJ?, a la silla le faltan patas para que sea estable. En mi opinión, es necesario que la sociedad participe de la justicia más directa y efectivamente, y que técnicos de otras áreas del conocimiento tengan cabida dentro del sistema judicial.
en said:
Mi opinión coincide con la tuya, Bttbertice: partiendo de que la conducta humana es inasible e indeterminable a priori, es necesario que se establezcan medios de control, restitución y sanción acordes a la importancia de cada rol desempeñado en la esfera pública y con a menor interferencia política. Por supuesto, la clave las has dado tú: mayor participación de la sociedad, pero ello no es viable sin antes cambiar las fuerzas políticas parlamentarias, o moderarlas, mediante nuestro voto, pues no sienten necesidad alguna de cambio mientras se vean legitimadas por el electorado. Al final, nuestro voto es lo único que tenemos de momento, hasta que aprendamos que existen otros modos de organizarnos socialmente de manera distinta, sin tener que ser un trasunto de los partidos que pretendemos sustituir. Saludos.
en said:
El concepto de justicia es para mi difuso. He tenido pocos lances con ella y he llegado a mi personal conclusión – seguramente errónea- de que es un recurso inútil para un ciudadano común y anónimo como un servidor. Tiene sentido para grandes corporaciones, para hacer el juego a los famosos de turno y para legitimar según que decisiones políticas. Para los ciudadanos corrientes es mejor la negociación directa o asumir la perdida que sea menester. El resto es tirar tiempo, recursos y energías que no tenemos.
No obstante hay un par de cosas que si tengo claras y que son básicas:
– Si alguien tiene que explicar una decisión de la justicia ( o una ley) es que es injusta. Lo que un humano entiende como ‘justo’ es sencillo, es reconocible y debería ser rápido.
– No tiene sentido que los jueces sean elegidos por el ejecutivo. Debería ser un sistema totalmente autónomo e incluso con su propio presupuesto, que les diera independencia absoluta. Antiguamente cada poder tenia su propio ejercito por si había tensiones.
Y respecto al tema de la incompetencia / equilibrio emocional, eso es simplemente imposible de evitar. Gauss y Pareto son los culpables , hay formas de minimizarlo , como tribunales múltiples, revisiones, etc… pero es imposible. El poder goza con los incompetentes y con los psicópatas , no hay mas que dar un vistazo a la historia para verlo.
en said:
Tanto la Inquisición como nuestro sistema judicial defienden la ortodoxia. El problema es, ¿de donde emana el pensamiento oficial?. ¿Del interés personal?. ¿Del interés de clase (o casta)?. ¿Del interés común?.
Carlos ya ha apuntado que el pensamiento oficial no busca el bien común; pero es que, para eso, hace falta una sociedad muy homogénea y con unos valores claros.
Los jueces y los políticos son corruptos en tanto que emanan de una sociedad que ha perdido, o alterado, sus valores morales. No nacen por generación espontánea.
Esos jueces técnicos que prefiere Mario no existen. Tampoco los que interpretan las leyes al modo estadounidense. Aquí se une lo peor de ambos sistemas: el juez se ciñe, en teoría, a la letra de la ley; pero, en la práctica, puede saltársela y dictar una sentencia “ejemplarizante” contra algún pringadillo, elegido a dedo, para salvar el culo de otro más poderoso, manteniendo creíble el espectáculo de la igualdad ante la justicia.
En el siglo XVI había una sociedad más homogénea que la actual. En dicha sociedad el crimen del que se acusaba a un reo sería visto como tal por la mayoría de la población. Si el juez evaluaba correctamente las pruebas, el acusado tendría un juicio justo. Claro que se admitían pruebas obtenidas bajo tortura, como ahora se admite la “presunción de veracidad” del funcionario público; es decir, la presunción de culpabilidad del ciudadano. Un ciudadano que, en el siglo XVI, podía reclamar justicia en su nombre, ahora sería un incapacitado, que tendría que ejercerla representado por un abogado.
Entonces ¿había mejor justicia en el Siglo de Oro que en el Siglo del Ere?. Sólo si toda la sociedad era más justa; es decir, más igualitaria. Ya he dicho que era una sociedad más homogénea; pero eso no equivale a justicia con mayúsculas. Basta con acordarse de la Alemania nazi.
En la Grecia de Pericles cualquier ciudadano era juez si le tocaba en el sorteo. Aquí los ciudadanos estamos obligados a conocer las leyes, que son tantas como los Hijos de San Luis, pero eso no nos capacita para saber si se ha incumplido alguna.
Yo preferiría ser juzgado por un ciudadano corriente: por pura estadística debe de quedar alguno honrado